- Silencio y Metamorfosis -
TÍTULO
Silencio y Metamorfosis
FECHA
05 JUN – 24 AGO 2022
LUGAR
Galería Antonia Puyó
El dispositivo posee una doble cualidad introspectiva (meditativa) y crítica (con el deterioro medioambiental). Se trata de un recorrido abierto que invita a hacer un paseo silencioso y sin jerarquías entre los elementos expuestos, a modo de partitura horizontal. El visitante podrá dejarse llevar por sus propias motivaciones e intuiciones, tal y como haría visitando un museo histórico o durante un paseo campestre.
Susana blás brunel
Exposición individual en la galería Antonia Puyó de Zaragoza.
Silencio y Metamorfosis. En el "Herbario Imperfecto" de Marta Sánchez Marco
“Todos los vivientes son, en cierta manera, un mismo cuerpo, una misma vida y un mismo yo que continúa pasando de forma en forma, de sujeto en sujeto, de existencia en existencia. Esta misma vida es la que anima el planeta, también el nacido, escapado de un cuerpo preexistente -el Sol- y engendrado por la metamorfosis de su materia hace 4500 millones de años” .
Emanuele Coccia, Metamorfosis (2021)
Me percaté enseguida del delicado movimiento de los dedos de Marta Sánchez Marco cuando sujetaba pequeños objetos en la palma de la mano. Pasan los años y esta habilidad, en la que reparé cuando nos conocimos, me sigue fascinando.
Son las suyas unas manos que piensan, dibujan y fotografían. Unas manos que escriben, porque en sus proyectos hay siempre un intenso trabajo previo de lecturas e investigación.
La fotógrafa dispara a la vez con la mano oracular y con el ojo táctil.
Es la mano como ojo, en línea con el espíritu visionario adjudicado a este órgano por los surrealistas.
Marta empieza a retratar las hojas desde el mismo momento en que las recoge del suelo y acaricia; mucho antes de que surja el disparo de la cámara. El proyecto es un compromiso de años, muy meditado, que se despliega en diferentes acercamientos y técnicas: fotografía, dibujo, joyería… distintas posibilidades que yo leería como las etapas de un terapéutico proceso alquímico de resurrección de “hojas muertas”.
El camino se inicia eligiendo las piezas en el paseo, continúa cuando, meciéndolas entre sus cálidas manos, las mide y acepta, y finaliza en su estudio-laboratorio, sometiendo esos cuerpos vegetales a un singular embalsamamiento que evoca una metafórica resurrección.
En este ritual, el oro aporta una carga estética y simbólica pues al fundirse el metal con la sustancia natural de la hoja, unidos, emprenden una transformación química y espiritual.
Recomiendo que lean con atención el texto que ha elaborado la artista, y que forma parte del proyecto. En él, se detallan algunas de las referencias que utiliza en relación con el oro, entre las que destacaría dos: la aplicación a las plantas de la técnica japonesa de reparación cerámica Kintsugi, que supone la dignificación de la herida; y la aplicación del baño de oro a los ejemplares de laurel, olmo y almendro, que, de esta manera, devienen joyas imperecederas.
Por otra parte, destacaría que Marta no escoge para convertir en eternos, elementos naturales perfectos o que por su originalidad se separen del resto, sino todo lo contrario: ejemplares de hojas comunes, con frecuencia portadoras de imperfecciones, deterioros o enfermedades.
En su inspirador ensayo, Metamorfosis. La fascinante continuidad de la vida (2021), el filósofo italiano Emanuele Coccia plantea la diferencia entre los conceptos de conversión, revolución y metamorfosis. En todos ellos parece producirse un cambio identitario, pero mientras en la conversión (individual) y en la revolución (social) hay decisión de los seres, en la metamorfosis existe una potencia que nos atraviesa sin intervención consciente de la voluntad.
“Un ser metamórfico es, por el contrario, un ser que renunció a cualquier ambición de querer identificarse con un único rostro”.
Marta Sánchez Marco elige hojas sencillas… incluso clónicas, que parecen ejemplificar las leyes secretas de esta metamorfosis vital.
Un ecosistema emocional
“René, relatando sus paseos por el campo en compañía de su hermana Amélie, cuenta que a veces andaban en silencio prestando oídos al sordo gemido del otoño, o al ruido de las hojas secas”.
Alain Corbin, Historia del silencio. Del renacimiento a nuestros días (2019)
El cuidadoso montaje permite al visitante habitar un paisaje construido con dibujos, fotografías, ejemplares de herbario intervenidos, joyería y sonido, que sutilmente evoca los museos antiguos de ciencias naturales donde la construcción del relato combinaba la carga poética con la transmisión de conocimiento.
El dispositivo posee esta doble cualidad introspectiva (meditativa) y crítica (con el deterioro medioambiental). Se trata de un recorrido abierto que invita a hacer un paseo silencioso y sin jerarquías entre los elementos expuestos, a modo de partitura horizontal. El visitante podrá dejarse llevar por sus propias motivaciones e intuiciones, tal y como haría visitando un museo histórico o durante un paseo campestre.
La combinación de cierto tono científico y distanciado (las especies recogidas se datan con precisión) y de talento artístico y técnico (especialmente en las ejecutadas con la técnica del electroformado con baño de oro), me producen emociones intensas solo comparables con las que me suscitaron en su momento descubrir los proyectos del fotógrafo de plantas y escultor Karl Blossfeldt (1865 – 1932) que también trazó puentes entre la botánica, el arte y la fotografía.
Pero no solo hay hojas en la exposición. La mariposa, los pájaros, el crisantemo, ramas y brotes… completan el imaginario de este paisaje en calma.
En contraste con el universo cauteloso de las plantas, habitualmente en la naturaleza las aves ejercen la acción. Sin embargo, en la exposición, los pájaros, trazados con grafito, permanecen estáticos.
Frente a la vida detenida de los gorriones, “las hojas muertas” resucitan cubiertas por oro. Llenando la atmosfera de la sala: el canto de un mirlo, mensajero de la eternidad. Lo grabó la artista durante su proceso de duelo tras la pérdida de su madre.
Aroma a haiku
En sintonía con los versos de los haikus japoneses, diría que todas las obras que ha realizado Marta Sánchez Marco a lo largo de años conforman una suerte de inventario de fragmentos, capaz de iluminar la belleza de lo sutil.
Como los versos zen, sus piezas, sitúan en primer término aquello que nos pasa desapercibido en el paseo si no estamos “despiertos”: lo mínimo, lo transitorio, lo incompleto, lo fugaz… De ahí que en el tratado de Francisco Loscos y Bernal: Serie imperfecta de las plantas aragonesas espontáneas (1867), encontrara Marta un reflejo de su sentir hacia la naturaleza, pues también ella renuncia a abarcar el mosaico infinito de partes que constituye la vida.
Tengo en casa una pequeña y bellísima pieza de Marta, situada junto a un libro de versos de la poeta, pintora y monja budista Kikusha, que en 1780 recorrió el norte de Japón, realizando en sentido inverso el mítico itinerario del poeta Bashô. Os propongo leer estos versos4 mientras contempláis las piezas.
Perdida en el bosque
Solo el sonido de una hoja
cayendo en mi sombrero
Entre montañas profundas
En mi sombrero
El sonido de la hoja
La metamorfosis, para volver al concepto con el que comenzábamos este texto, puede entenderse como ese leve cambio en lo idéntico. Las obras de Marta Sánchez Marco subrayan las capacidades del arte para desvelar la belleza oculta en la frágil materia de lo cotidiano.
“El reciclaje que impone la metamorfosis al mínimo fragmento de materia de este mundo es lo que impide cualquier forma de ciclo, cualquier forma de retorno de lo idéntico”.
Esa leve singularidad en lo que permanece es quizás la manifestación de la vida (eterna) en continua reencarnación.
SUSANA BLÁS BRUNEL, en madrid, el 27 de mayo de 2022